Continuando la historia que tuvo inicio en la bienllegada de este blog, paso a explicarles el proceso de creación de un sueño y cómo me enteré de esa posibilidad que me cambiaría la vida: la beca para estudiar en Europa.
El hermano de unos de mis mejores amigos se estaba preparando, había rendido el examen y aprobado con una buena nota. Nada sorpresivo para el que sería el mejor promedio de la universidad y un distinguido entre los 100 mejores ingenieros de la Argentina en el año que egresara. Para el resto de nosotros quedaba imaginar la forma alternativa de emigrar. Sin embargo, desde el primer día en la universidad ya hicimos las averiguaciones para postularnos a esa beca. El destino: Alemania.
El sueño en el congelador
Acorde a lo que investigamos, había que viajar en modalidad de estudiante lo que significaba que al menos dos materias deberían separar cada aspirante del título universitario. La estrategia era avanzar en la carrera y viajar cerca del final. No obstante, para eso, faltaba muchísimo tiempo. Debíamos esperar muchos años para postularnos en el momento que queríamos y, en caso de querer hacerlo antes, deberíamos estar cursando 3er año de la carrera. Básicamente, en 3 años volveríamos a evaluar nuestras alternativas.
El primer gran desafío: aprender alemán
Siempre fui un apasionado por los idiomas. De pequeño tuve la suerte crecer bilingüe ya que mi familia siempre me habló en español y la educación inicial la recibí en portugués. Fue una excelente experiencia y creo que un disparador fundamental en mi interés por aprender nuevas lenguas.
Pasados los dos años decidimos que íbamos a empezar a aprender el idioma. El profesor recomendaba 3 años de estudio para adquirir un nivel satisfactorio y poder competir con los demás estudiantes a nivel nacional (Argentina). La beca era una cuestión de ganarse un lugar y para eso, uno de los grandes filtros era el examen de alemán.
Comencé con mucho entusiasmo, a las pocas clases ya dominaba la fonética de las letras y era capaz de leer textos en alemán con un acento relativamente decente sin entender absolutamente nada.
El proceso fue lento, con mucha ansiedad pero sin prisa. La única forma de acelerarlo era con un aprendizaje más eficiente lo que requeriría mayor cantidad de horas invertidas. No obstante, no podíamos desatender las materias de la facultad ya que la carrera era un hecho y la beca un sueño.
Los días fueron pasando, los meses, los años, hasta que llegó el momento crucial de la aventura: la postulación. 5 años ya habían transcurrido del ingreso a la universidad y 3 de estudiar alemán. Eramos una decena de soñadores que habíamos puesto fecha a nuestro objetivo: viajar al año siguiente.
La postulación
Para poder cumplir con ese objetivo, debíamos preparar todo para postularnos en el próximo llamado. El momento finalmente había llegado. Era la hora de empezar a diseñar todo lo necesario para postularse: un proyecto de investigación, una carta de justificación de porqué emigrar a Alemania, el certificado de nivel de idioma y un coloquio final. El proceso fue largo, debíamos contactar universidades alemanas para poder proponer proyectos, o bien, consultar de participar en existentes. Muchas universidades estaban colapsadas debido a la cantidad de estudiantes que se estaban comunicando para solicitar información, dado que los destinos de la beca eran comunes para todos los postulantes y éramos más de una centena de aspirantes.
El primer contacto con las universidades fue muy emotivo. Cada respuesta recibida era una fiesta, aún cuando no entendíamos el cien por ciento del contenido del correo. Al comienzo, era tanta la euforia de recibir un correo desde una universidad alemana, que no nos importaba el contenido. Daba igual que sea un rechazo o una oferta, lo importante era significar algo. Era saber que alguien se había tomado el tiempo de responder un mail a unos cuantos chicos de una pequeña ciudad sudamericana, en el confín del mundo.
A las pocas semanas recibimos la buena noticia. Las propuestas de los diez postulantes de nuestra universidad habían sido preseleccionadas. Eso significaba que el grupo iba a continuar siendo el mismo y pasábamos a la segunda etapa: poner fecha al examen de alemán. Ese día todo cambió, nuestra confianza aumentó y junto con ella la dedicación al estudio del idioma.
El sueño podría ser alcanzable.
Imagen de Andrew Childs en Flickr
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