
Llegando al aeropuerto de Quito localicé un cartel con mi nombre. Detrás de él, un chico que aparentaba unos 20 años, con la ropa gastada, el pelo rapado a los costados, voluminoso en la parte superior y un mechón lacio que caía sobre la cara, disimulando un posible hematoma en su ojo izquierdo. Formas de colores tatuadas en sus brazos y una manera de vestir descuidada conformaban mi primera impresión de su aspecto.
El prejuicio decía que no era el tipo de chico que esta sociedad nos enseñó a confiar. No obstante, nuevamente mis prejuicios fallaron. Automáticamente se presentó, apretó mi mano y me ofreció asiento hasta que llegara el transfer a buscarnos.
Pasaron diez minutos.
Ese chico, que luego me comentara que tenía 18 años, me enseñó una libreta con esbozos de sus dibujos. Era un joven artista que además de pintar le gustaba escribir. Ya había estudiado para chef y actualmente hacia una especialización en cocina internacional. Era budista y amaba la música. Le gustaba estudiar a las personas por sus ojos y además me enseño un ejercicio de respiración para aliviar el stress en momentos de presión. Me enseñó también que el arte fluye porque si la forzamos, aburre, y si nos aburrimos, no tiene sentido.
Todo eso en dieciocho años. Todo eso en diez minutos.
Ese chico que una vez le mintió a sus papás y se fue de viaje a Montañitas (famoso balneario ecuatoriano a varias horas de Quito por tierra) sólo y no con sus amigos como previamente les había prometido. Ese chico que vestía botas todo el tiempo porque se consideraba un guerrero de la vida y los guerreros usaban botas.
Ese chico me enseñó que es muy fácil prejuzgar a una persona. Sin embargo, que somos nosotros los que elegimos si nos quedamos con el prejuicio o nos damos la oportunidad de conocer personas nuevas y aprender lo que hasta ese momento nadie nos ha enseñado.
No importa quién sea, qué edad tenga, la religión que profese o de dónde provenga, todas las personas pueden enseñar algo.
Todas.
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Pingback: Arte, gastronomía, meditación y budismo en el aeropuerto | Noticias de mi Tierra·